16.1.10

siguiendo con el tema

Superando las antinomias establecidas por las corporaciones formadoras de opinión, seremos libres en el encuentro.

Toda distancia es salvable en la medida que sigamos la voz interior (aquella que se construye a partir de nuestras propias experiencias), y no la voz de otros.
La autenticidad no es solo una mera expresión de falsa estima, impuesta.
La singularidad (aparente) es la propuesta y la meta-propuesta es la distancia. Esta distancia sumada la mirada utilitarista de los entes, donde todos los entes deben ser herramientas y útiles, es decir que lo existente deberá “servirnos” para la empresa de la conquista y dominio del mundo – universo.

Hasta aquí dos potentes propuestas para el olvido del hombre (de si mismo):
1 – la individual empresa de conquista y dominio que emerge de los mandatos sociales, ilusión de éxito.
2 – solo una mirada de la realidad y de lo existente: lo útil como instrumento, calculo.

De ahí que se deriva el olvido de las preguntas límites, fundamentales, trascendentes, es decir las preguntas por el ser.
Solo nos preguntamos por el ente (ente, en tanto herramienta).
Lo que sucede es que la mirada utilitarista de la realidad, solo reconoce la razón en su función de cálculo. Aquello que nos servirá para medir las fuerzas, distancias y estrategias para alcanzar la cima, la conquista, el éxito.

Pero, el interpretar la realidad (aún esta realidad) es “preguntarse sin preguntarse” por el ser (hacerlo de manera tácita, inconciente). Si consideramos que el ser es aquello que hace que el ente sea, aquello que puede traducirse como sustancia universal o una especie de alma, que todo lo atraviesa. Entonces el hombre sin saberlo necesita darse una tímida e imperfecta respuesta intuitiva acerca del ser, de su ser y del ser de todo cuanto lo rodea.

Por eso, cuando se da cuenta que todo aquello que intenta superar, conquistar y dominar lo envuelve, le es infinitamente grande (o pequeño) y no puede comprender un universo excesivamente complejo e incognoscible, allí deviene la angustia que lo aproxima a la nada. El hombre moderno que se vuelve así un caminante del vacío, del vacío que resulta de la excesiva fragmentación propuesta, de la que hablábamos al principio.

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