De “Entrevista con el vampiro” de Anne Rice. Mi best seller de estas vacaciones.
“La gente que deja de creer en Dios o en la bondad, sigue creyendo en el demonio. No se bien por que. No, se muy bien por que. El mal siempre es posible. Y la bondad es eternamente difícil”.
Reflexiono brevemente.
Además de la escena de desgarrada confesión y dolor, es algo cotidiano, cotidiano en nuestro país televisado. En nuestra sociedad de masas y únicos discursos.
Primero sostenemos casi ciegos que aquel suceso es malo o producto de lo malo o en vistas a algo malo, luego quizá, pensamos en otra posibilidad.
Esa es nuestra sociedad, ¿esa es nuestra sociedad?
Las cosas buenas (no hablo de la bondad en si), parecen algo lejano, mas oscuro que la escena vampírica. Como si no fuera cuestión de los hombres. Es algo o pasado de moda o casi incomprensible para el cotidiano. Estamos acostumbrados y adormecidos en una sociedad que se construye entre “ruinas” y entre “ruines”. No hay lugar para las buenas acciones. ¿No hay lugar para las buenas acciones? – ¿es que será cierto que estamos adaptados a vivir en medio de las imágenes de miseria y por eso se genera la apatía colectiva?
No hablo aquí “de fantasmas ni de Dios” - como dice la letra de Charly – solo hablo de los actos humanos, que aún pudiendo mostrarse los buenos, los nobles, los que “se juegan por la paz”, parecen presos de una negativa que los reprime y censura.
Es preciso mostrar como en una catarata de imágenes superpuestas, la miseria que nos rodea, y se instala un discurso homogéneo de que es solo esa la realidad.
Porque en medio de la sensación instalada, crece el descontento y el desánimo, la desconfianza…
¿Solo es esa realidad la que nos rodea? - ¿existe un “lado B”, el no televisado? – reflexión de la noche susurrante.
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No sé. Vos dirás que soy un cínico, pero para mí la peor tragedia es la vulgaridad. Lo que comúnmente se llama "compasión", por ejemplo, es una especie de cosquilla superficial, una suerte de reacción refleja sin mayores consecuencias, producto de la vida en sociedad. Supongo que habrás notado que no falta gente que declare sentirse consternada por la catástrofe de Haití, o los genocidios periódicos en África. Después de todo, es un buen tema de conversación, como el tiempo, como el partido del domingo... Tantas malas noticias son soportables solamente gracias a la hipocresía y la falta de interés. Si realmente nos interesáramos por hacer algo por mejorar la política de nuestro país, por ejemplo, no se nos ocurriría comentar con una sonrisa el último negociado o acto mafioso que reporta (o inventa)el noticiero de turno. Es la apatía de la que hablás, que equipara el heroísmo y la chantada (y la chantada es más divertida). O sea, que me parece que tenés razón, y efectivamente hay un "lado B", que es mucho más maravilloso y también mucho más cruel que el que estamos acostumbrados a soportar. Lo que se llama el mal y el bien son siempre igualmente posibles, y vaya uno a saber si son cosas opuestas. Lo difícil, por otro lado, es siempre difícil, lo llames como lo llames. Y lo difícil asusta más que todos los vampiros juntos. Kant, o quizás más bien don Federico, nos dirían que justamente por eso vale la pena intentarlo, y es lo único que vale la pena intentar. Pero los filósofos (se sabe) tienen esa mala costumbre de pedir demasiado...
ResponderEliminarUn abrazo.
A la vulgaridad de lo cotidiano y al no entender el funcionamiento de “la cosa” desde su esencia y base (es decir: doña Rosa, el tipo común), se llega a través del adormecimiento producido por los discursos únicos.
ResponderEliminarInclusive por los discursos alternativos (que siempre tienen vocación de totales… vos entendés, a la mierda la chantada de que nosotros los xx solo queremos un mundo bla, bla, bla. El problema está allí en el “queremos un mundo…”)
Yo hablaba acá de las cosas buenas y nobles que hacen los tipos comunes, esos que no entran en las estadísticas o que son tan comunes que no sirven para el noticiero del mediodía… menos para el de la noche.
Esto (antes dicho), no implica que lo cotidiano (simple, sencillo) deba ser vulgar.
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