7.10.09

natural-mente

Con cuanta naturalidad, aunque si, con un sólido andamiaje conceptual, Auguste Comte establece que aquello de admirarse y pensar el ser del hombre en la naturaleza, es un estado teológico o ficticio, en el sentido mas barato de la palabra, aquí usada por el positivista.


Poniendo este postulado como punto de partida necesario, para un progreso lineal del espíritu humano.
Es entonces, ese reconocer la grandeza de aquello perfecto solo como un dato de la realidad, empíricamente comprobable (cuando el hombre es evolucionado y maduro - el cual considera fijo y definitivo -), pero cosa de bárbaros cuando no.

Es realmente una muestra de la escasa relación de este sujeto con aquello que despierta las mas caras sensaciones, aquello que impacta y llena de asombro, aquello que invita a pensar-se, aquello que nos desafía.
Porque es en este escenario donde se teologiza, donde se intenta dar argumento a aquello que está ahí, pero que sospechamos no es casual, es a donde siempre se retorna, y desde este punto de vista podrá venerarse lo patente, tanto en sentido trascendente, como inmanente.
O sea, no es necesario tal o cual religión o espiritualidad, el hombre retorna de manera sagrada a ese surgir desde la tierra.

Podremos llamarlo de cientos de maneras, en todo tiempo y lugar, incluso hoy de muchas maneras más (por la propia argumentación posmoderna). Pero ciertamente no es solo un dato que está por fuera de los límites y preconceptos del laboratorio.

Se ve que este aburrido pensador, jamás contempló la inmensidad oscura de una noche o la luminosidad de una luna llena, el compartir junto a otros el calor de una hoguera, donde hasta el fuego se acalora.

Porque el hombre madura cuando mas se lo pasa por una mezcladora de sentires y devenires, uno se vuelve mas sabio pasando cíclicamente y sin pausa, por las grandezas literarias, las mochilas solitarias en caminos polvorientos, la cola del supermercado, el compartir con amigos una velada de bares, los sagrados ritos instituidos, la pequeñez de una flor, el hambre del otro, la miseria de la esquina y el pensar las ciencias de manera académica… en este licuado de cuestiones el hombre-ente, encuentra su Ser.

Entonces, si el poder de las grandes religiones hegemónicas han hecho desaparecer las antiguas religiones del bosque, los misticismos propios y naturales del hombre particular y la búsqueda de la otredad… entonces, el positivismo colaboró con aquello sin nada que envidiarles.

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