Las tribus seminómadas semitas, se transforman en el pueblo elegido de Dios, es el patriarca Abraham quien se erige como el precursor de las grandes religiones monoteístas[1], y por eso ver de manera fragmentada el peregrinar espiritual de la humanidad es caer, cuando menos, en una arrogante y parcial visión de la historia.
La historia de Abraham, está relatada en el Génesis, es considerado un hombre sublime, de corazón puro, de gran dignidad y valor. Recto y justo. Originario de Ur de Caldea[2] y a quien Dios le ordenó dejar su patria y migrar hacia nuevas tierras, para establecerse en Canaán y fundar la tierra prometida, al pueblo elegido de Dios. Donde recibiría grandes bendiciones, tanto él como toda su descendencia.
Es considerado un personaje célebre y central. Desde este punto fundacional de la historia semita, podemos observar a un dios presente en cada momento, a cada paso del hombre en su eterno peregrinar por este suelo, generación tras generación.
Dialéctica entre la promesa y su cumplimiento, como conteniendo el aliento, dijo alguien por allí. Es un Dios, que está con el hombre marcando el rumbo pero dejando la libertad para que él mismo decida (hablamos de la siempre vigente discusión acerca de la libertad humana y la providencia divina), de todos modos, no nos ocuparemos de eso en estas líneas.
Ésta historia de la salvación nos introduce de manera irremediable en las nociones de tiempo, en una primera instancia deberemos diferenciar las concepciones, según sean helénicas o judeocristianas, ambas cosmovisiones resultaron fundantes del pensamiento occidental, ambas han influido de sobremanera en el desarrollo cultural posterior a si mismas.
El kairos[3] en el Antiguo Testamento es el tiempo de la acción humana, pero es mucho más que el mero transcurrir del tiempo particular, es un momento, el momento oportuno de la intervención de Dios, en la historia de la marcha de su pueblo.
Tiene en esta intervención un sentido teologizante del tiempo, es la guía orientadora del hombre, para los designios de Dios. “Cada cosa, tiene su momento y su juicio, el sabio conoce el momento del juicio” (Eclesiastés 8,6), se va adquiriendo una nueva significación del término, cuando comienza a marcar el mismo accionar divino, en la acción liberadora de su pueblo; “las obras del Señor son todas buenas y a su debido tiempo, él provee a toda necesidad” (Eclesiastés 39,33)
El carácter de los tres horizontes del tiempo, lleva una carga de tensión, en la experiencia salvífica histórico – temporal, el tiempo es entendido en el marco de la historia de un pueblo.
Asimismo, los Profetas (quienes anuncian lo que vendrá), anuncian también el kairos y lo comprenden. Este termino sigue su transformación con el transcurrir histórico y ya en el Nuevo Testamento va adquiriendo el significado de período (por ejemplo: estación del año), pero su máxima expresión es el tiempo de la salvación, haciendo referencia a la misma presencia de Cristo. Es la plenitud de los tiempos y es el comienzo del tiempo final. Puede verse aquí el sentido dialéctico del kairos del Nuevo Testamento, puesto que refiere al “ahora” y a un “todavía no”. Este Cristo que viene y que volverá trae consigo la posibilidad de maduración y de preparación para el hombre.
En tanto, la noción Helénica del tiempo, Plotino la define como la vida del alma y afirma que tiene que ser un tipo de movimiento. Ya Platón en Timeo, lo define como “imagen móvil de la eternidad”. El tiempo marcha según su ritmo, el ritmo es números y los números participan de las ideas y por ende son eternos e inmutables.
Aristóteles, lo define solo en función del antes y del después[4], puesto que el ahora, carece de sentido por si solo, solo se funda en lo anterior y en lo posterior. Mientras que los Estoicos, valorizan el ahora, puesto que es el tiempo que existe.
Así, el tiempo griego queda ligado a la idea de Cosmos, un orden perfecto, superior al hombre (armónico y bello), resaltando la belleza del todo y el hombre como parte de ese todo. Entonces la noción de cosmos, implica la de tiempo.
El tiempo heleno implica degradación, disminución de la eternidad y así queda expuesta su visión cíclica del tiempo y no lineal – histórica como la judeocristiana.
Ahora bien, posteriormente a esa etapa fundacional, acontecen los grandes movimientos de personas hacia Egipto, la esclavitud, la nueva liberación en liderazgo de Moisés, y otros líderes[5].
El Éxodo, marca una Epopeya Religiosa, la cual está escrita en un género literario propio de la profunda antigüedad (ya volveremos en palabras de Bajtin acerca de esto).
Es el pueblo elegido por Dios, para ser portador de Su promesa, por ende cada hecho que ocurre es digno de ser legado con interpretación religiosa.
Entonces aquí tenemos dos situaciones a considerar, por un lado estamos hablando de un género discursivo y por otro ese género discursivo es redactado tiempo después al que sucedió, es decir cuando las tribus quedan por fin, totalmente sedentarias; entonces esta calma es cimiento de desarrollo cultural.
Esto, es algo que siempre se debe tener en cuenta, ya que entonces la interpretación correcta es justamente una hermenéutica, y no una interpretación literal y taxativa, que confiere así una visión claramente distinta de los textos bíblicos. De aquí la imposibilidad de un debate criterioso entre (por ejemplo) católicos y adventistas del séptimo día.
Expliquemos un poco la cuestión de los géneros discursivos. Según Bajtin toda la actividad humana, está íntimamente relacionada con el uso de la lengua, que se lleva a cabo en forma de enunciados. Éstos, reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada esfera de la praxis, incluye estilo verbal, recursos léxicos, fraseológicos, gramaticales, estructuración. Es decir la totalidad del enunciado.
Entonces la riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa. Una de las posibilidades de géneros, son los llamados: literarios, por ende es complejo, es decir que surge en condiciones culturales desarrolladas y organizadas; es fundamentalmente escrita y cada género estará vinculado a un estilo propio, donde se refleja la individualidad del hablante. En este marco conceptual, se torna aún mas necesaria la tarea hermenéutica y no la literalidad escrita.
Pero, recién en manos (palabras y hechos) Saulo de Tarso – a quien conocemos como San Pablo – la Revelación es presentada al mundo heleno y luego ambos pueblos por absorción del imperio romano, ingresarán al legado cultural que funda occidente tal como se nos presenta hoy día.
En la evangelización del mundo pagano (heleno), fue la idea de que la buena noticia no era solo patrimonio del pueblo judío, sino de toda la humanidad, luego del Concilio de Jerusalén, se inicia la evangelización en forma global y sistemática (es decir con un plan a seguir).
Fue así la Comunidad de Antioquia de Siria, la punta de lanza, el heraldo de la evangelización al mundo pagano, esta situación se da, por su condición de ciudad cosmopolita.
Ya en Atenas, San Pablo, introduce el Dios Cristiano[6] (la propia Revelación) a través del culto al dios desconocido, de una manera muy sobria y sin mencionar aspectos centrales del pensamiento cristiano, como la cruz, la resurrección, etc. El valor aquí está en la agudeza que reflejaba la misión evangelizadora en todo el mundo pagano.
El lugar donde se desarrolla el acontecimiento es sintetizante y de cierta manera representa el encuentro de dos mundos; el griego y el cristiano, dándose así una confluencia determinante, en el futuro devenir de la historia.
[1] Es considerado el padre de las tres grandes religiones monoteístas. Judaísmo, Cristianismo e Islam.
[2] Actual Irak.
[3] Momento oportuno
[4] Metafísica.
[5] cabe recordar siempre, que este proceso fue en oleadas, y no en un solo desplazamiento masivo de personas.
[6] Ver Hechos de los Apóstoles. Cap. 17; 16-34.
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