El agnosticismo popular y mediocre, funda toda su anti-trascendencia, en tres o cuatro argumentos absolutamente inconsistentes – típicos -, que los lleva a una total incapacidad de cuestionamiento tanto de sus propios argumentos (lo cual sería un verdadero ejercicio de conocimiento), y mas aún presenta una incapacidad de cuestionamiento a otros, aquellos supuestos adversarios.
Los puntos centrales de estas triviales tesis populares son: ¿cómo Eva podría ser creada de la costilla de Adán?, ¿o como la creación de los hombres es desde el barro y con el soplo divino?, y tantas otras preguntas defendidas acaloradamente, sin el menor intento reflexivo o por comprender el sentido.
Estos ridículos cuestionamientos no solo no refutan nada, sino que solo prueban la existencia de ignorancia y mala intención. Ignorancia de los verdaderos sentidos de los mensajes, de las tradiciones que los recogen y transmites, ignorancia de la hermenéutica necesaria. Mala intención porque es válido debatir, solo si hay una actitud de diálogo franco y no meros caprichos, heredados de otros ignorantes – con mas prensa.
Para poder debatir con argumentos consistentes, acerca de la válida alternativa de la existencia de la nada-mas-allá, es fundamental hacerlo a luz de corrientes de pensamiento, que han profundizado sobre estos temas.
Estas palabras no son un intento por teologizar nada, sino son el intento de generar mayor diálogo y encuentro de distintas miradas, fundado en una, cuando menos misma regla de juego.
Además es preciso que comencemos a desprejuiciarnos y mas aún es preciso que comencemos a hablar por nosotros mismos, sin ser hablante irreflexivo de otro.
Porque lo mismo va, para la otra cara: cuando con la misma irreflexión se deja todo en manos de un dios lejano y desconocido, heredado – conocido desde la mirada de catequistas bienintencionados, pero francamente sin ningún tipo de formación coherente, real.
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