Uno lee cosas que sin saber muy bien por qué y las guarda dormidas en el corazón
(en la memoria, digamos).
Hace mucho, un preso polìtico decía en una entrevista
acerca de la entereza ante la adversidad, que de mucho le había servido
conservar la voracidad por la lectura y la escritura en los peores dìas de su
cautiverio.
(Hoy retomamos la palabra… así, con escasa lucidez. Con mas guapeza que
entusiasmo).
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