Hay un ejercicio de escritura que se hace a
partir de la lectura azarosa, una improvisación digamos desde una línea
cualquiera, leída sin dobles intenciones. Hace un rato, tomé el célebre texto
de F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, un parágrafo cualquiera el que incluso no leí
completo, pues la idea era solo una oración disparadora (podría haber sido una
palabra aislada), decía: “¡Yo reía y reía, pero
en el fondo temblaban las piernas y hasta el corazón!”- fue como un disparo
preciso, justo al corazón de las tinieblas.
Casi lo olvido, estaba en manos de un hombre
que escribe a los martillazos.
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