6.7.10

De mascaras y sombras.

Irreverente. Esa era la única palabra que quedó flotando en la cabeza del profesor, mientras no dejaba de lamer con sus ojos, las piernas de aquella alumna aplazada.

La fe no se discute, pensó la mujer piadosa y seguía con su ritual cargado de ruidos. Y en paralelo, su carne… le quemaba.

El reloj se detuvo a las 15.00, mientras acomodaba otro cuadro en esa (horrible) pared blanca, que reflejaba el vacío de su alma.

Afuera, un gato hurgaba en la basura, la porción mas digna del día.

1 comentario: