El octavo día Dios, ya descansado pensó y creó (obvio, porque es Dios) la primera paradoja.
Se sentía un poco angustiado: quizá esto del libre albedrío, no fuera tan buena idea, pero ya estaba hecho.
Le decía una y otra vez a su ángel de la guarda, quizá el modelo griego sea mas macanudo, me pienso a mi mismo – eternamente – y allá en una cíclica naturalidad, la sensación sea distinta.
Además, llamarme Zeus me parece mas piola, que ser nombrado por eufemismos judaicos.
En fin… que principio.
Traigan a mis monos malabaristas, que ya me siento aburrido.
29.7.10
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