Llegó al aeropuerto en taxi, pago molesto – el chofer
no paró de hablar de boquita y el descenso de independiente, poco menos que
asco le daba ese monólogo.
Miró su reloj y quedaban unos 25 minutos, tocó un
crucifijo que colgaba entre sus ropas y pensó para sus adentros: “gracias a
dios”.
Cuando llegó a un kiosco de revistas, se debatía
entre comprar una revista de chimentos con la vedette de turno en la portada
(en culo obvio) o una edición de bolsillo posiblemente recortada de “El ser y la nada” de Sartre, casi a
regañadientes se decidió por este último, no por convicción sino que no podría
desplegar la revista en el avión, por pudor de los otros y el propio.
Un parlante desafinado anuncia en ese momento: “Señores pasajeros el vuelo con destino a
Alejandría anuncia su partida para las 15:52” – tenía sed, buscó una
coca-cola que pago a precio dólar y levantó su bolso de mano del suelo.
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