Había olvidado ya que nombre le pondría a la
estrella mas luminosa de la madrugada, entonces como para compensar le puso el
suyo propio.
Luego ya sin nombre comprendió que estaba igual
que los presos, cuando les ponen un número y los despojan de su identidad.
Comprendió que el nombre en el más estricto
sentido metafísico: limita una realidad respecto de todo aquello que no es, el
nombre entonces distingue una cosa de la otra y sin él, solo queda materia
informe.
¿Cómo recuperar la libertad que ofrece la
identidad plena?, pensó mientras tomaba un café sin azúcar. Tuvo noches de insomnio
por demás esclarecedoras.
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