27.3.13


Desconocer la historia de un país (aunque sea del propio) no es en si mismo un hecho grave. Todos somos ignorantes de cosas dice la lengua popular, yo por ejemplo ignoro cualquier parecido con las biologías, químicas o mecánica del automotor. Usted acerca de costumbres extranjeras y el señor de más allá: acerca del antiguo oficio de la carpintería. Así es infinita la cadena de ignorancias.
El problema emerge cuando se puede o pretende influir en las decisiones políticas, aunque sea desde nuestro pequeño e insignificante lugar en el mundo, o en las redes sociales o en charlas de sobremesa irreflexivas, ¡pero tóxicas!
Pensar distinto es necesario en tiempos de democracia, tiempo y espacio que tienen su fundamento en la concertación y la búsqueda de legitimidades individuales y colectivas.
Hace varios días que vengo leyendo una de esas placas que circulan por Facebook (esas que todos vemos) pidiendo al aire, en abstracto, que se restituya la obligatoriedad del servicio militar: para educar a los jóvenes, sacarlos de la droga y la violencia y más: para recibir la instrucción militar necesaria para defender a la patria. ¿De que o de quién hay que defender a la patria? La primera pregunta que se me ocurre es ¿qué se entiende por patria? – luego: en nuestro contexto regional, en razón de nuestra historia o en honor a la verdad, el pedido hace ineludible referencia a: Gran Bretaña o “enemigos internos” (¿?) que es peor infinitamente – no disimulemos.
¿Quiénes están detrás de esos mensajes anónimos que algunos “comparten” y “reparten”? - ¿Qué se entiende por educación? – y al final ¿hacia donde se pretende orientar la educación? - ¿Acaso niños y jóvenes mansos? se me ocurren disciplinados, silenciados, porque la imposición marcial solo forja subjetividades domesticadas y nunca héroes. Yo era un niño todavía y un tal “Carrasco” en algún rincón del país, fue la última víctima obligada de las fuerza armadas.


Humildemente. 

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