Además, el pibe de barrio se hizo ciudadano del mundo, no por azar y menos aún por predestinación.
Ese yo que soy, se fue haciendo (a la manera del Demiurgo) aventura tras aventura, con utopías, desamores-amores, hermandades casi / cuasi secretas, noches, excesos, dudas, mandatos… calvario y resurrección. Devenir.
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