Filosofar es pensar lo universal, es pensar todo el Ser que se determina a través de si mismo, y en la historia de la Filosofía se mostrará como surgen cada una de esas determinaciones a lo largo de los diferentes períodos, cada uno con su modo propio, y cada actor de ese tiempo, será fiel reflejo de su tiempo. Por eso los escritores y músicos, también los cineastas, hacen su interpretación de la realidad, y a su modo, también filosofan.
Es decir, que filosofar es a priori, sentir la inquietud de preguntar los por qué. No hace falta comenzar a filosofar leyendo a Platón, quien inicia de manera académica (justamente) el pensar al pensamiento.
No debemos olvidar que la inquietud surge de aquella hermosa novela que nos transporta el tiempo y espacio, surge de aquellas enciclopedias de nuestra infancia. Surge del compartir y crecer en el barrio con otros. Surge después de las preguntas que emergen de las huellas de otros amores y desamores.
Luego, con el tiempo quizá el arte supla nuestras inquietudes de dudas, dudar es hermoso, dudar hacer sentir libre al hombre, hace querer certeza, hace indagar… aventurarse. Entonces, solo después de que hemos dudado y nos hemos atrevido a cuestionar esas dudas, en busca de la felicidad (fin al que todo hombre aspira), entonces solo ahí serán las academias las que corrijan los defectos de lo espontáneo, ajusten el norte de nuestro pensamiento y nos ayuden a determinar.
Determinar es pensar lo primero en consecuencia de lo universal, es decir que es pensar las causas primeras en función del todo, es superar las cotidianidades particulares, para ir tras el fundamento común, aquel que se encuentra en todo, ¿será el logos, ese que fue causa de búsqueda de los primeros? Y porque fue causa y fue búsqueda ese logos se deriva en diálogo. Es decir palabras que rebotan de persona en persona, son aquellas palabras que hacen de nosotros una acumulación irremediable de ideas y conceptos que pululan, a veces se afina el lápiz y se indaga de manera metódica, pero las mas veces, se deja acumular, para hacer en bruto una historia propia, de acumulaciones y reformulaciones de cada “palabra” oída y preguntada, respondida, en definitiva: pensada.
Y ¿dónde comienza la Filosofía?, podemos decir que allí donde el pensamiento logra alcanzar la existencia en su libertad, cuando lo existente es pensado de modo universal, que todo lo abarca, donde se ha concebido lo absoluto.
Para la filosofía el pensamiento es no solo una construcción subjetiva - porque es producida por el sujeto, desde si – es lo que emerge desde la misma alma, para hacer del hombre un ser en el mundo, es decir parte activa. Pero también objetiva (porque el mismo pensamiento es el objeto de pensamiento), porque querer saber acerca de cómo se produce algo (en este caso el propio pensamiento) es reflexionar acerca de ello, buscar la esencia. Esto es objetivar el pensamiento, esto es filosofar.
Es apropiarse de lo pensado. Es absolutizar mi pensamiento, aquello que yo pienso como individuo será mi absoluto (universal / suficiente)
Este surgir del espíritu libre se da (en un sentido histórico) con el florecimiento de la libertad política, porque será necesario un espíritu libre, apacible, sin extremas necesidades para pensar el pensamiento. Un hombre / o pueblo con hambrunas, pestes, guerras, persecuciones; no puede entregar al universo pensadores, artistas, líderes, escritores, científicos… filósofos o comunes que puedan decir libremente.
Es decir que las libertades en el Estado hacen que el sujeto se constituya como individuo y se reconoce como parte integrante del todo, nos explica Aristóteles desde “La Política” que (Capitulo I. Origen del Estado y de la Sociedad): “Todo Estado, es evidentemente una asociación y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres cualesquiera que sean ellos, nunca hacen nada sino en vista de lo que parece bueno”, aquí el Filosofo nos habla primero del reconocimiento del individuo como sujeto y luego de la superación del individuo en aras de la importancia del todo, donde “el todo es infinitamente superior a las partes”
Esta idea de libertad política nos conduce como vemos a la Atenas de los primeros pensadores, es recuperar la Helenidad, es reconocer en el profundo pasado, el surgir del pensamiento libre, absoluto (de todos modos no está demás recordar la libertad restringida que se vivía en la Atenas de Platón y Aristóteles, donde los esclavos eran considerados parte de los bienes patrimoniales del hombre libre, se los incluye como “instrumentos vivientes” – Capitulo III, Libro I. “La Política” – de todos modos ese es otro tema y no el que nos ocupa, por ahora).
Surge aquí (en Grecia) la conciencia de libertad, disparadora de las demás libertades, uno comienza a ser libre y auténtico, cuando toma conciencia de ello.
La libertad política se cimienta en el derecho positivo, el cual ha de ser respetado por todos y que vale para todos (esa asociación de la que habla Aristóteles, la refuerza Rousseau, con la idea de sociedades en función de pactos y contratos, entre los individuos y un todo superior: el Estado), es la voluntad del individuo de someterse al imperio de le Ley para asegurar su libertad (entre otras cosas: de pensamiento). Un pueblo que quiere ser libre, explica Hegel, subordina sus particularidades ante la voluntad general, esto es querer – pensar lo universal y fortalecer el pensamiento; “si un pueblo quiere la ley, quiere poseer la libertad”.
Hegel plantea la historicidad como herencia, como conservación y renovación de lo adquirido, es superación, es síntesis integradora de los momentos anteriores y relevantes. Pero entonces me permito polemizar un poco con el filósofo, ya que considero que desde la aulas de la Universidad de Berlín, están sus textos “absolutamente” emparentado con el poder, con el imperio, con las instituciones que se legitiman en el Estado y desde el Estado…
Cuando Hegel habla de Occidente-absoluto, habla de Europa toda, él ya no habla de su país, sino de todo el hemisferio, y (por otra parte) si la historia supera (incorpora y renueva) cada etapa, entonces me permito reivindicar a un escritor de la misma Europa que mas allá de su genialidad no recibió el reconocimiento de la época, del Imperio que totaliza, de las instituciones que son legitimadas en pos de la libertad y restringen esa libertad. Estoy hablando de Bram Stocker (creador de Drácula), que si bien escribió algunos años mas tarde fue olvidado por su época, publicando y muriendo en la pobreza económica y peor aún en el exilio intelectual; entonces acá si encuentro un dialogo ameno, fluido entre el “uno”, que valida (y ayuda a construir) Hegel, con el “uno”, que excluye al gótico y sombrío escritor, quizá porque lo que dice no es consecuente, no es una posibilidad habilitada, no es conveniente para garantizar las libertades, por eso, esas cosas sobre las que escribe son calladas: solo en los diarios íntimos e intercambios epistolares de los personajes del libro, pueden suceder los pensamientos y el fluir de pasiones que se disputan… acaso “Mina” y “Lucy” pueden enamorarse de un oscuro caballero extranjero, y no ser devotas esposas europeas-occidentales, ¿como Jonathan Harker puede ser sometido a tal humillación (respecto del amor de Mina por el Conde)?, pero es que todo ese juego, donde las mas bajas y oscuras pasiones hablan a los gritos de las frías letras de las intimidades de los personajes, hablan de una época donde lo que se da como libertad, es solo el reflejo de aquello que debe ser, por sobre lo que es.
Quiero decir, a todo esto, que la historia es devenir, es superación, la filosofía se remonta a la época de la conquista de las libertades políticas de Atenas, continúa su proceso de superación en Occidente (Europa), pero también allí se escriben grandes censuras al pensamiento, porque la libertad claramente no es tal, para quien piensa o dice en disonancia del poder del estado… cuanto mas fácil es para quienes simpatizan con él, cuanto mas difícil es para los pensadores de la resistencia.
Valentín Ibarra.
(Sobre un texto escrito en noviembre de 2008)
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