Enumeremos tres-cuatro razones por lo que no es lícito andar quejándose de la aldea global en la que estamos insertos. Porque de antemano y ante-todo hay que ser coherente, todo lo que nos sucede, es parte habilitada por esta forma de vivir, irremediablemente conectados. Digo que no es lícito, en un sentido metafórico, (claro aclaro antes que empiece un derrotero de protestas en favor de la queja), quejarse de lo actual en favor de aquello que los ideales de revolución inspiraban, es cuando menos anacrónico, es el sentimiento de vejez que sobreviene de pensar-se como continuadores de las revoluciones de otros días.
Acomodarse a los tiempos que corren, no implica la imposibilidad de llevar una vida auténtica, utilizar las herramientas del medio, no implica ser un burgués (digo burgués con ese tonito con el que se dice); y además son aquellos defensores de las revoluciones los que sin miramientos utilizan todo lo que está al alcance para transmitir su lucha por la contra misma de la contra.
Se exponen en blogs (eso es para floggers sin ideales?), los mas poderosos tienen su llegada a los “mass media” (medios masivos de comunicación, que por otro lado son parte de esas corporaciones que se deben destruir según su pequeña mirada del mundo), y los mas infantiles se reúnen a planear la escisión del sistema, en una hamburguesería re copada, y después a jugar a “la play”, entonces ¿en que quedamos?
No son malos los ideales, ni las utopías, cuando ellas nos ayudan a encontrar nuestro dasein (ser-ahí), cuando nos inspiran, nos acompañan, pero hasta ahí... cuando estos mambos de saltos al vacío, no conducen a nada, o nos conducen a la nada, hay que tener cuidados; guarda porque ahí estamos en problemas. Y no lo digo desde el no conocer, no lo digo desde la inexperiencia. De lo que se trata es de abrir los ojos, no creer y comprar cualquier verdura que venden por ahí... promesas de cambio con vacío institucional, vacío institucional en estado puro o delirios místicos, bueno hay una gama enorme de posibilidades “habilitadas” para creer en cualquier cosa.
En definitiva estamos hablando de eso, de creer o no creer, en lo que sea... pero ese “lo que sea” debe, necesita tener un sustento institucional con peso propio y específico. No es lo mismo ser Católico, que adherir a cualquiera de estas nuevas religiones, que son solo sistemas de control de aquellos pobres pequeños-playos espirituales, carentes de todo, que eligen el camino mas fácil, el de creer en cualquier cosa, a costas de la propia voluntad (voluntad que se traduce como vida, expectativas, deseos).
Y me refería a que no es lo mismo que ser Católico, o Judío o Musulmán, ya que éstas grandes religiones son un todo organizado, sin fisuras doctrinales o institucionales, con larga historia peregrinando por la tierra, de camino hacia la eterna salvación... quiero decir, si vamos a depositar el todo de nuestro ser en manos de Dios, es lícito, pero que ese Dios, sea real, o al menos que lo parezca...
Bueno, esto continúa... pero mas adelante, porque es necesario dejarnos un tiempo para la reflexión y otro también para la acción, la acción que implica el vivir en esta aldea global, hipercomunicada pero con baja frecuencia de comprensión
Valentín Ibarra
09/09/2009
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