El “libro de las tierras vírgenes” es una clara y didáctica representación de la sociedad, fundada en el marco de la Ley, sobre ella y sus implicancias grupales versa la maravillosa obra de Rudyard Kipling.
Mientras que “El señor de las moscas” (de William Golding) es un contrapunto en el cual el estado de naturaleza, aquel estado primitivo del hombre, fundamentalmente belicoso y caótico nos muestran la otra y complementaria faceta de la trama social.
En ambas obras los personajes representan distintos aspectos de la vida del hombre, y por ende los roles que cada uno ocupará en el tejido social.
Allí podremos reconocer las diferencias de clases (dirigente y subalterna), las máximas y la vocación de poder, la orientación hacia la asociación, la aparición de símbolos y significantes que espiritualicen la mera agrupación. Dando entonces carácter de legitimo a las prácticas que comienzan a desarrollarse. Ambas obras tienen fuertes lecciones morales.
Quizá estas obras literarias pedan leerse como complemento de “El contrato social” de Rousseau donde se plantea la igualdad de los hombres que emana por el contrato (o pacto) que se establece entre ellos y la ley, dando un espacio de igualdad a cada individuo con respecto al todo.
Allí puede verse el espíritu de “El libro de las tierras vírgenes” (o de la Selva), donde es la Ley quien gobierna y hace verdaderamente libre al hombre, lo cual no representa bajo ningún concepto una encrucijada, como sería facil pensar (sin pensar).
Y además en el pensamiento de Thomas Hobbes, podrá complementarse el tema y entender aquel estado pre-organizacional de la sociedad, como un punto de partida distinto, pero complementario. Donde la falta de un marco regulador (Estado de derecho), nos pone en constante situación de riesgo.
En fin, a veces también duermo.
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