31.5.13

Rigor mortis. Tragedia.
Cuando comencé a leer Antígona, encuentro esta expresión en el prólogo de Salustio: “El cuerpo de Polínices yace insepulto, y Antígona, intenta darle sepultura, es impedida por Creonte y, al ser sorprendida mientras lo sepultaba ella misma, es destruida. Hemón, el hijo de Creonte, enamorado de ella y siéndole insoportable semejante desgracia, se mata él mismo. Por lo cual, también su madre, Eurídice, pone fin a su vida con el lazo”.

Si bien es parte del argumento y vaya uno a saber porqué (cosas del viento) recordé un fragmento del comienzo de “Berenice”, el célebre cuento de Poe, llegué a casa, lo busqué en un hermoso ejemplar de compilaciones del autor que compré hace unos años y allí estaba, decía: “… así, en realidad, de la alegría nace la pena, bien porque el recuerdo de la felicidad pasada forme la angustia de hoy, bien porque las angustias que son tengan su origen en los éxtasis que pueden haber sido.” El texto que invadió mi pensamiento como el viento, no es directamente relacionado ni mucho menos, sino es como el sentir de quien mira la escena desde afuera pero dentro.

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