Rigor mortis. Tragedia.
Cuando comencé
a leer Antígona, encuentro esta expresión en el prólogo de Salustio: “El cuerpo de Polínices yace insepulto, y
Antígona, intenta darle sepultura, es impedida por Creonte y, al ser
sorprendida mientras lo sepultaba ella misma, es destruida. Hemón, el hijo de
Creonte, enamorado de ella y siéndole insoportable semejante desgracia, se mata
él mismo. Por lo cual, también su madre, Eurídice, pone fin a su vida con el
lazo”.
Si bien es
parte del argumento y vaya uno a saber porqué (cosas del viento) recordé un fragmento del comienzo de “Berenice”,
el célebre cuento de Poe, llegué a casa, lo busqué en un hermoso ejemplar de compilaciones
del autor que compré hace unos años y allí estaba, decía: “… así, en realidad, de la alegría nace la pena,
bien porque el recuerdo de la felicidad pasada forme la angustia de hoy, bien
porque las angustias que son tengan su origen en los éxtasis que pueden haber
sido.” El texto que invadió mi pensamiento como el viento, no es
directamente relacionado ni mucho menos, sino es como el sentir de quien mira
la escena desde afuera pero dentro.
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