Hace un tiempo estaba
en un asado dominguero al mediodía, bien Argentino. Había amigos, conocidos,
infiltrados y entenados, en un costado un grupo de pavos hablaban de violencia
nocturna, futbol y borracheras, entonces seguro hice una de mis caras de pocos
amigos, por lo que un entenado me dijo: “vo´ no sos argentino”.
Hoy es 26 de mayo, como
desde hace unos cuantos años a esta parte nos confesamos decididamente detractores
de las efemérides recortadas a la medida de Billiken y Anteojito que nuestras
maestras de primaria, no creo que por perversión (porque para eso hace falta
lucidez), sino mas bien por desánimo nos enseñaron al ritmo de cantitos y
collages.
Clavar una daga sobre
las efemérides inmortalizadas, en ridículas recetas y reduccionismos, no es
negar la historia, por el contrario es indagar con astucia sobre los relatos
que nos atan a un pasado mítico.
Cabe preguntarse a qué
hora habrán amanecido el 26 de mayo de 1810 Saavedra, Paso y Moreno –
ilustrados lectores de Montesquieu y Rousseau. Es ingrata la imagen siempre
maldita de negros vendiendo felices mazamorra caliente para la vieja sin
dientes, empanadas y no sé que yerbas.
Sobre la sangre de los
gauchos se hizo la frontera del norte y sobre el sudor de los inmigrantes el
campo de las provincias.
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