Hechicería fue
la primera palabra en la que pensó cuando despertó de una profunda siesta.
Rotos, los
añicos de un espejo de estilo gótico, las vestimentas del vagabundo que yacía
esclareas abajo, el perchero ya sin sombreros ni abrigos de visón.
Oscuros,
sus pensamientos con resaca, la cortina desgarrada, el efecto de la luz
eclipsada por el humo.
Alegrías,
ya no quedan fantasías. Hasta el anochecer sería libre, quizá por última vez - una brisa en su blanquecino rostro le devolvió
la razón.
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