Los discursos con pretensión de totalidad
sujetan el diálogo y toman como rehén a la palabra, cuya función es necesariamente de ida y vuelta (y viceversa).
Pienso en que recuperar la iniciativa política,
es recuperar la política para si y arrebatársela de las manos al mercado, que
la tenía cautiva.
Lo ilegítimo es totalizar el ejercicio del diálogo,
hasta asfixiar el disenso.
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