El fundamento de
la libertad es el pensamiento, por eso mismo es además la última frontera.
Eso que llamamos
insistentemente pensamiento crítico (como una categoría fetiche de los
intelectuales de toda etnia) es una postura que quiere erigirse con cierta
distancia de lo cotidiano, distinguiendo los pormenores de cada afirmación o
negación del sentido común, de lo que se dice en la plaza.
Lo que buscamos
es justificar (argumentar), la visión propia de las cosas, a la luz de
razonamientos fundamentados en cuerpos teóricos. Es la base del pensamiento
epistémico, es decir de aquel que intenta esclarecer, donde lo vulgar (por
cotidiano) asume como normal (estable, dado ahí).
Es una categoría
en permanente lucha entre la subjetividad, la pretensión de objetividad y las
trampas del lenguaje.
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