21.5.12


Como casi todos mis relatos, son azarosos y parten desde la misma experiencia.
Estaba caminando por Babilonia hace escasas horas. Hordas deambulaban de un lugar a otro, ensimismados y enajenados.
Tantos hombres-perro durmiendo en cartones, peleando por la comida de otros. En la mesa de al lado, una chica tenía un violín.

Recuerdo esa expresión que cuenta como, en el tiempo de Alejandro Magno, el hombre había perdido su individualidad, su singularidad y se había diluido en la vastedad del imperio.  

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