Es una concepción del tiempo, en la que
mediante la destrucción del mundo, volvía a generarse, recuperando las virtudes
originales (perdidas, ya que para los griegos el movimiento es corrupción /
degradación).
El fuego, restituía el orden originario.
Mireca Elíade en la obra que lleva ese nombre
(El mito del eterno retorno), dice que bien podría haberse llamado (la obra):
introducción a una filosofía de la historia, al expresar una, deja en claro que hay otras posibilidades de relatar el tiempo
y el quehacer del hombre.
Esa otra forma de contarlo, es evitando el tiempo-lineal
concreto, y presentando un esquema de “arquetipo y repetición”. Este sentido
cuyo origen, se ubica en el remoto oriente, es una historia sin modelo transhistórico.
Contar el tiempo de manera rectilínea, es una “gran
conquista de la cultura occidental”. Es importante leer: “gran conquista de la
cultura occidental” en estricto sentido militar. Es una operación a largo
plazo, en la que el cristianismo triunfante aliado al poder político,
consagraron “la desaparición de los dioses” (de la multiplicidad de dioses y
culturas), vale la expresión de Sergio Bergallo - especialista en filosofía antigua.
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