Freire, en su obra “La naturaleza
política de la educación” – la que define como “alfabetización política”; afirma que el proceso de conocer, siempre supone una
dialéctica[1],
refiere el autor a un nosotros pensamos, la
interacción y la circulación de la palabra es la que nos permite pensar y abrir
el juego a nuevos análisis, es un pensamiento que se compromete con la
curiosidad, por ende leer no es memorizar, sino reescribir los contenidos.
[1] Se entiende dialéctica, en su acepción hegeliana,
desarrollada en el prólogo de la Fenomenología del Espíritu; como la dinámica y
despliegue de la conciencia, que se va superando cada momento en síntesis
integradoras, cada vez más complejas. Con este pensamiento en acto, se supera
el espacio existente entre ser y pensar, aquí se disuelve la distancia entre
espíritu y materia, pensamiento y realidad: es decir entre sujeto y objeto. El
pensamiento es praxis y si bien la teoría es el momento lógico, aquí ya no es
abstracta, sino el fundamento pleno de la acción. Es un “pre” integrado a la
actividad misma y lleno de sentido (es fundante).
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