Pensar la escuela moderna es pensar la punta del ovillo de la institucionalidad, es pensar a la educación desde donde comienza el proceso de formación de los ciudadanos, es pensar la punta de lanza de los proyectos nacionales.
Es la escuela ese especial dispositivo tecnológico, capaz de forjar las subjetividades de los sujetos, conforme a proyectos naciones y tal vez proyectos mundo.
Ese es el paradigma de la modernidad y su criterio de existencia, erigir sujetos (ciudadanos), en medio de un encadenamiento institucional, capaz de decir en la misma perspectiva desde espacios de encierro similares, por ejemplo la escuela, la familia, el cuartel, el hospital, la fábrica.
Hay una subjetividad definida desde la letra: como libre y emancipada de los proyectos teológicos y dogmáticos, pero en la práctica es una subjetividad sujetada, a la necesidad de apego a normas de conducta que sancionan las desviaciones.
Desde este apego o sanción de la desviación, se producen y reproducen los ciudadanos modernos.
El hombre se define por su relación con la ley.
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