Parte II.
La propuesta es fundar un verdadero humanismo, que parta del Otro y no centrado en el Yo. Aquí se promueve la apertura como posibilidad ante el encierro del uno mismo. Nuestro pensador habla de otro, que es huésped en mí. Es posible que aquí resida la importancia fundamental y fundacional del estudio de su pensamiento.
Un pensamiento dirigido hacia la exterioridad, como fundamento de la interioridad.
Hoy, pensar a Levinas es pensar una alternativa a nuestras condiciones de existencia, diariamente violentas y con constantes amenazas de desesperanza y desamparo, así en la relación de consideración con el Otro, que es distinto de mi, trasladamos la noción de poder de nuestro tiempo, a una noción de justicia y en el acto de reconocer lo distinto, me reconozco y fundo mi subjetividad, es decir que: mi yo en el mundo, está determinada por el alcance de mi relación con la alteridad.
Desde esta perspectiva, él parte hacia la verdad y claramente nos invita a ella. La búsqueda es movimiento hacia… y en esta idea de lo infinito se representa el deseo que no se satisface, por eso la relación con la muerte es primordialmente emocional, es una relación con lo excepcional del hombre, con lo incognoscible, es una partida sin retorno.
A la misma muerte, comenzamos a conocerla, con una primera y radical experiencia: la muerte del otro. Allí, en esa herida emocional, comenzamos a pensarla, a relacionarla o hacerla patente e inminente. Esa muerte del otro (próximo de mí) es nuestra primera muerte.
En ese viaje sin retorno, Levinas no niega la existencia de otra realidad posterior (no la emparenta con la nada, ni con el nihilismo), pero tampoco afirma esa otra realidad, lo propone como búsqueda y necesidad. Es su, sin respuestas, el misterio absoluto, la muerte es pregunta.
A diferencia de Heidegger y tal vez profundamente inspirado por su padecer de cautiverio y por haber vivido el horror de la guerra desde la otra perspectiva, es que Levinas propone que el hombre no es un ser-para-la-muerte, sino que es un ser-contra-la-muerte. Y es en esa lucha donde reside la posibilidad de apertura, encuentro y reencuentro con el otro, esta experiencia no es inauténtica como lo vería Heidegger, no niega la muerte – esta perspectiva afirma la vida.
Levinas afirma el presente y nos invita a pensar al futuro como un nuevo nacimiento (ya que es un impulso hacia el exterior), nuestra relación es con el ahora. Lo que plantea nuestro filósofo es la constante posibilidad. Posibilidad de cambio, de refundación de uno mismo, de superación. De apertura y de trascendencia.
Así la relación con el futuro es la posibilidad de relación con ese otro, que en su alteridad se apodera de mi y me permite ese reencuentro conmigo mismo (además, fundamentalmente). En esta relación cara a cara con el otro, está también la vía hacia la trascendencia, una vía de acceso desde condiciones éticas, porque mi relación con los otros es sociabilidad, es aprendizaje y enseñanza, es vínculo que se funda en el reconocimiento y valoración de la dignidad humana, es decir un reconocimiento de la identidad[1]. Por lo tanto la trascendencia es un vínculo relacional con el otro, como camino de manifestación de lo Otro Absoluto.
[1] Es importante que definamos identidad según la lengua española que nos dice: que son los rasgos propios de un individuo que lo caracterizan ante los demás, es la conciencia que uno tiene de si mismo, distinto del otro. En este sentido nuestro pensador asume que el otro es un espejo en el que reconozco y fundo mi subjetividad, no me confundo con la suya. Hacemos referencia porque en este reconocimiento de mi individualidad se busca la singularidad de cada hombre, lo que es sustancialmente distinto de la individualidad por ruptura que mencionábamos oportunamente. El otro no es mi antítesis, sino la posibilidad misma de mi ser, somos en medio de una relacional dialogal, ya que es el lenguaje aquello que funda esa relación.
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