Llevó a un extremo aún más radical sus
conjeturas, casi a vísperas de las refutaciones.
Pensó con aire de sentencia que un explorador
tiene el gesto de tensión que se necesita para seguir un rastro, para encontrar
ese hallazgo, para conquistar un pico.
Mientras tanto, el aventurero deja que la luz
de la mañana lo sorprenda con nuevos vientos, porque descansa su marcha con la
sola vista anclada al horizonte.
No pensaran que es una observación menor la de
hoy, la diferencia es (casi) irreconciliable.
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