20.11.12

Etimología de la palabra religión.


(Todo término es una construcción cultural que responde a un tiempo y espacio, las palabras lejos de ser inmóviles, marcan el destino de las culturas).

El vocablo se deriva del sustantivo latino religio que significa “reunir de nuevo”, “releer” o “lectura”. Remite a una repetición venerable y paciente (sagrada) de un orden o acontecimiento originario por el que actualizado, el hombre es capaz de descubrir lo verdaderamente valioso; lo valioso en si que se oculta en el universo.
Entonces, en esta primera acepción (por cierto muy primitiva) queda asociado el término a lo divino por medio de un ritual,  es decir: por medio de gestos y utensilios a los que se les confiere poder, un poder convocante de las fuerzas divinas, ya que conservando los rituales antiguos se mantiene un orden armónico, con el plano de lo sagrado, integrando nuestro plano siempre (y en toda cultura: profano, carente) con aquel que es perfectísimo y abundante.
Desde la perspectiva romana, religión referencia a nudos de paja, nudos que un miembro de la comunidad ataba entre las vigas de los puentes, para fortificarlo – hace referencia a un oficio dentro de la ingeniería romana: es de ahí que el hacedor de puentes de máxima jerarquía, es llamado pontífice. Expresión que llega hasta nuestros días, siendo el Obispo de Roma, justamente el Sumo Pontífice.
La asociación del término (por medio de un sincretismo) entre las dos acepciones presentadas tienen su fundamento en la sencilla explicación de que: los puentes están transgrediendo un salto natural en el terreno, pero con la debida pericia o con los rituales necesarios se convoca a las divinidades, a que protejan el camino de aquellos que se abren paso, aún a través de la ruptura natural (por ejemplo el curso de un río). La intención de los hacedores de puentes, no es la del sacrilegio o la de transgredir ese orden natural establecido, sino la de la preservación de aquello que es valioso en el cosmos (decíamos al principio) y por eso, estos miembros de la comunidad estaban integrados al todo de la vida cotidiana, ya sea en lo social (individual o colectivo) tanto como en las fiestas de las cosechas y lunares, etc.
Tras el ingreso del cristianismo en la cultura romana (occidental), se da un nuevo giro en la significación del término, el que ahora y producto de la Alianza que Israel trae ligada a Yahvé, pasará a designar la experiencia individual del hombre con Dios y su conjunto de rituales, enseñanzas y normas, como medio, camino (puente) para no solo mantener la Alianza sino preservarla.
Ya en el siglo II de nuestra Era los llamados Padres de la Iglesia, comienzan a darle un sentido aún más cerrado al término y es el de escuela o secta, término que con Justino Martir alcanza su rostro peyorativo en su lucha contra las comunidades cristianas gnósticas. U otros casos en que en las cartas entre Obispos se menciona a “la religión de los cristianos” y “la superstición de los judíos”, siendo que entonces, solo la religión verdadera ata al hombre a lo sagrado y no la falsa (claro está entendida como revelada o universal: una verdadera y otras falsas).
En este tiempo (siglos II y III d.C.) ya estaba absolutamente desaparecido el término originario y es la matriz judía con desarrollo cristiano la que impregna el decir, el hacer y el obrar de los hacedores de puentes, tornando cerrada y hasta mezquina aquella vieja expresión de armonía, por una construcción excluyente de la alteridad, vaciándose de sentido el núcleo originario de la percepción de lo sagrado por parte del hombre, es decir que en el adelante (y punta de lanza del occidente-universal) ya no tendrá sentido el cómo de la relación con lo sagrado, sino mas bien el que, de su objeto de veneración.

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