Conozco un negocio de talla mediana de nuestra
ciudad de Paraná, que la semana pasada fue violentado y robado durante la
madrugada, el daño sufrido fue significativo, pero no obsceno.
Además hemos de decir, que tal edificio está
soportando sendas reformas, por lo que desde hace casi seis meses se convive
con operarios de todo tipo – albañiles, plomeros, gasistas, electricistas,
empleados de corralones, mas todo el personal de firma – a su vez también
conozco muchos clientes, y al menos diez de ellos tuvieron una expresión del
estilo “y si, donde hay albañiles…”,
al enterarse del hecho.
Estas expresiones que mencionamos, a mi
entender no representan más (ni menos) que una lógica perversa de pensamiento y
estigmatización; cuando referimos perverso queremos decir: que causa daño intencionalmente, según lo define la lengua
castellana.
Ni siquiera es una tendencia en sentido
estricto, tampoco un concepto fundado en argumentos claros, distintos o
rigurosos. Es un pensamiento dicho a medias voces, a medias luces, a medias
tintas… porque se sabe malicioso, dañino e infundado.
Es mera opinión refutable, porque no se tiene
ningún o muy escaso registro de garantías o verdad.
Pero entonces debemos preguntarnos: ¿Qué clase
de persona es la que teje estas conjeturas? ¿En que discurso se enrola? ¿Dónde
reside el origen de la violencia?
Encontraremos rastros de alguna verdad, en la
intrincada red de relaciones, las que ya no son jurídico-policiales, sino
llanamente culturales porque si esta ecuación que trazamos según la lógica de
lo dicho tiene algún sentido, este sentido nos atraviesa a todos, como cuerpo
social, mas allá de las posiciones coyunturales que ocupemos.
Para responder-nos, es preciso comenzar por
desentramar la siguiente cadena de significantes: albañiles + exclusión+ pobreza + marginalidad = delincuencia, queremos
preguntarnos si existe una linealidad en la ecuación que se formula, pero a
priori y atentos a que estamos convencidos del valor absoluto de toda vida
humana y de la condición integral que reviste la existencia, nos atrevemos a
decir que esta lógica es infundadamente mentirosa.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (como ideal
común) expresa en su preámbulo: “Considerando
que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana…”; es decir;
repasemos algunos de estos conceptos que NO son meramente declarativos, sino
que por el contrario son absolutamente constitutivos, tienen por base el reconocimiento de la dignidad e igualdad que filia a
todos los hombres en un mismo plano.
Esta dignidad que es inalienablemente del
Hombre, no segmenta la red social según raza, credo, color, sexo, idioma, opinión
política (art. N° 2) y, todo hombre tiene derecho a la seguridad de su persona
(art. N° 3) no nos referimos al capitalista que le han robado (aunque si de
modo indirecto), sino que referimos con todos los puntos y comas, a las
acusaciones que sufren otros por
padecer ciertas distancias en sus condiciones reales de existencia, esos que
hemos llamado mas de una vez los condenados
de la tierra; porque en este sentido en que se expresan las voces de la barbarie
irreflexiva: es meramente un albañil, y no se reconoce la capacidad, el estatus
de persona jurídica: igual y soberano de si, con las mismas protecciones ante
la ley, contra toda discriminación o provocación (art. N° 7), lo que los / nos
lleva a una obligatoriedad en el acto de ser oído de manera imparcial y pública,
esto no es mas que hacer oír su voz, su ejercicio ciudadano y su condición de
ser-humano.
El compromiso debe ser el compromiso con la
alteridad, entonces ver al otro como un fundamento de mí, generando una
dependencia ética. No estamos buscando imposibles o ideales utópicos, solo es
necesario reconocernos en el rostro de otro, como punto de partida para la acción
ciudadana, siendo un principio de educación solidaria y un valor moral.
Decíamos antes, que el problemas mas que
policial es cultural, entonces nos atraviesa a todos y eso pone en una situación
de deuda a los hoy acusadores por sobre los hoy acusados. La primera dimensión,
sobre la que de manera individual (primero) y colectiva (seguidamente) debemos
trabajar es la de preguntarnos ¿qué nos
pasa, con lo que le pasa al otro?, porque esta pregunta se deriva de otra
pregunta que es anterior y absoluta: ¿qué
es el hombre?, es posible que comenzando por humanizar el rostro del Otro,
podamos comenzar a responder la pregunta ¿quién
soy?
Será justicia.