En horas de confrontación y reclamos de autonomía, la ciudadanía universitaria
exige que se hagan carne las nunca tan cercanas y propias palabras del
Manifiesto Liminar de la Reforma 
 Universitaria  de 1918. 
“Si no
existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza
es hostil y de consiguiente infecunda”.
“La juventud ya no
pide. Exige que se reconozcan el derecho de exteriorizar ese pensamiento propio
en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes”.



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