Hace unos días
escuchaba a alguien hablar acerca de la ingenuidad de creer en la neutralidad
política, social, etc., y me quedé pensando: el que observa lo hace desde
cierto punto de vista. Esta expresión pone de manifiesto que hay distintas
perspectivas, todas relativas a la visión que posibilita, cada lugar en el
mundo.
Más que solo
estar ahí, es necesario ser una “presencia en el mundo, con el mundo y con los
otros”, como dice Paulo Freire en < Pedagogía de la autonomía >. Esto nos
obliga a escapar de los discursos con vocación de universal, aquellos discursos
que disgregan y que seducen con promesas de bienaventuranzas a costo de separar-nos
del entorno. El desafío está en crecer con el otro diferente de mi.
Encontrar aquella
medida justa que aproxime la existencia a un medio (satisfactorio / de
equilibrio), entre el descabellado optimismo superfluo y el fatalismo
apocalíptico del “está todo dicho”, es la pretensión del hombre sabio, aquel
que orienta su razón como el arquero apunta al blanco.
Virtudes, que le
llaman algunos.
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