10.1.13


Hace un par de días leí un artículo acerca de la construcción mítica de la historia, es decir: del pasado que nos ancla a un sentido común, a una homogeneidad torpemente cocida a un marco general.
Considerar entonces el hilo de Ariadna que recorre el devenir como un mito, no es descabellado.
En sentido amplio, nos argumentan especialistas mas ilustres, que el mitho es: “… un relato simbólico que narra las vicisitudes de unos personajes sobrehumanos (por su excelsitud o por su mezquindad); es un relato moral, y para ser exactos un relato sobre el pasado cuya función es la de justificar o explicar algunos aspectos de la realidad actual”.
La Real Academia Española desarrolla cuatro acepciones, vale decir: cuatro sentidos a tal palabra, tan usada - tan re-frita. Definamos:
1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.
2. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal.
3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima.
4. Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen.
En un sentido positivo podemos tomar las dos primeras acepciones y arropar en nuestros sentimientos, caros ideales. Mientras que para ser honestos y sortear la ingenuidad de nuestros maestros de primaria, podemos considerar los dos sentidos de abajo, a fin de pensar, redefinir y des-cubrir los ropajes que envuelven nuestras prácticas, nuestro lenguaje, nuestro rastro a seguir. 

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