Hace un par de días leí un artículo acerca de
la construcción mítica de la historia, es decir: del pasado que nos ancla a un
sentido común, a una homogeneidad torpemente cocida a un marco general.
Considerar entonces el hilo de Ariadna que
recorre el devenir como un mito, no es descabellado.
En sentido amplio, nos argumentan especialistas
mas ilustres, que el mitho es: “… un relato simbólico que narra las
vicisitudes de unos personajes sobrehumanos (por su excelsitud o por su
mezquindad); es un relato moral, y para ser exactos un relato sobre el pasado
cuya función es la de justificar o explicar algunos aspectos de la realidad
actual”.
La Real Academia Española desarrolla cuatro acepciones, vale
decir: cuatro sentidos a tal palabra, tan usada - tan re-frita. Definamos:
1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo
histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con
frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la
humanidad.
2. Historia ficticia o personaje literario o
artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal.
3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria
estima.
4. Persona o cosa a las que se atribuyen
cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen.
En un sentido positivo podemos tomar las dos primeras
acepciones y arropar en nuestros sentimientos, caros ideales. Mientras que para
ser honestos y sortear la ingenuidad de nuestros maestros de primaria, podemos
considerar los dos sentidos de abajo, a fin de pensar, redefinir y des-cubrir
los ropajes que envuelven nuestras prácticas, nuestro lenguaje, nuestro rastro
a seguir.