9.9.12

Ideología, lenguaje y la cuestión social.


La cuestión social, que no es otra cosa que el nudo que tensiona las relaciones entre las clases sociales, puede ser entendida y atendida desde diversas perspectivas. Al menos dos de ellas, son las que habitualmente encuadran a la educación, una perspectiva es emancipadora, la otra fatalista (o domesticadora).
Ésta (cuestión social) va mas allá de lo estrictamente económico y de la sensibilidad con que percibimos los precios, lo que según parece ser el foco del debate. De lo que se habla, es del impacto que tiene en los sujetos la trama compleja que anuda lo moral, lo laboral, lo ideológico. Lo referido a la creciente urbanización, el sistema de salud, el desamparo de cierta clase media que no parece ser, ni de aquí-ni de allá; el silencio de los desposeídos y la intolerancia de los poderosos, el cambio de roles cuando cambia el viento electoral: de desposeídos a poderosos y verdugos.
Correr el centro desde el mercado, hacia lo social en sentido amplio (o político) es una alternativa necesaria, volver a los orígenes de la teoría del capital y poner en el vértice superior (como condición de existencia), al trabajo del hombre por encima de los recursos financieros y la tecnología y a partir de allí crear un justo medio que permita a los sujetos asumirse críticamente como hacedores de su propia historia, sin tutelas; es la función de una educación integral que ayude a desnudar las conciencias sin obscenas líneas directrices, no negamos el sentido político de la educación, por el contrario porque la entendemos de manera crítica, defendemos la libertad de conciencia y de cátedra.
En el tiempo histórico que vivimos, el lenguaje es la principal herramienta de ajuste, quien monopolice la comunicación narrará el estado de cosas; no es el mero decir, no es solo una forma de expresión, el lenguaje es por el contrario, la más importante de las instituciones. La que permite todo lo demás.
Se dice que un lenguaje fatalista es uno incapaz de construir consenso ni futuro, aún cuando el ropaje de tal lenguaje sea esperanzador y optimista… la clave del fatalismo está en la búsqueda de demonios, en la incapacidad de sumar voluntades porque va por la vía del desprecio por la razón, de quienes piensan diferente… “no hay otro camino” (se dice) “nosotros somos” (cada facción se atribuye el sentido veraz de tales expresiones). Las narraciones pujan por el poder y lo que buscan es someter la voluntad de los interlocutores, entonces la puja se resuelve y se obtiene por un lado: dominadores y por el otro dependientes. Sujetos sujetados a un modo de ver el mundo, un modo… como si la verdad fuera única y no plural.
Así la narración queda sofocada, entonces las relaciones son de control (que limitan las capacidades individuales) y no son análogas (tales relaciones sociales), como acabamos de mencionar hay una dependencia rotunda entre narración y cosmovisión, a lo que se arriba es a una sola lógica de razonamiento e interpretación de lo que sucede, del devenir, ¿es acaso la medida del verdadero subdesarrollo social? – el fin de las distinciones, el afán de la unidad como eufemismo del control extremo.

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