Hay palabras que se contradicen por ser esclavas de un discurso que las sofoca, mientras que otras pueden contradecirse (justamente) para no traicionar su libertad. Estas palabras se permiten des-decirse, porque solo responden al viento y no por eso son desestimadas.
Ahí radica su grandeza.
Hay palabras encadenadas, mientras nosotros elegimos las del viento.
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