El hombre moderno.
Cuando hablamos de que el sujeto de la ciencia es el hombre moderno, hacemos referencia a la emergencia del yo, tras haber quebrado lo escolástico y el criterio de autoridad. Hablamos de un sujeto con conciencia de si, que marca el ritmo del paso del tiempo, entonces si hay algo nuevo bajo el sol (cada día), porque el tiempo ya no es una imagen de la eternidad (como la imagen Platónica-Agustiniana), ahora el tiempo es celeridad (es capital), el hombre busca respuestas y rompe con la sacralidad de un mundo divinizado.
Se entroniza la razón y se respira vitalidad en medio de lo profano.
Así, la tierra cobra valor pecuniario y esta estructura social-productiva lo obliga a ser riguroso; lo claro y distinto es cuantificable, porque tiene confianza en el progreso.
Luego, el mismo tren de la razón, lo (nos) sumerge en la destrucción racional de todos los ecosistemas, hasta que no quede nada nuevo bajo el sol.
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