21.4.10

Reflexiones acerca del sistema educativo, en la constitución del ciudadano.

El paso del siglo XIX al XX trajo aparejado un profundo cambio en lo social, por ende incluido el campo pedagógico.

La expansión de la escuela fue tal, que se constituyó como la forma educativa hegemónica (fue cuando se legisló como obligatoria[1]) transformándose en la cara del progreso (es la salida del hombre de la naturaleza para entrar al ámbito de la cultura) y es un dispositivo que forma ciudadanos, y por ende se afianza la noción de la escuela como constructora de la nación.
Desplaza a otras formas educativas tales como la educación tutorial, familiar, etc.

Es además un dispositivo capaz de convivir con todos los esquemas políticos y económicos – en cierto modo corre de manera paralela, con su misión de formar ciudadanos (construyendo el saber, funcional a la construcción del Estado – Nación) y por otro lado cumple su misión de dispositivo de control social (función disciplinaria).
Es en si misma, una forma de gobierno.

Es la noción de que la escuela desarrolla lo más inherente a la experiencia de ser humano y perfecciona sus aptitudes, es el proceso educativo el que lleva al hombre a ser hombre (propiamente).

En este tránsito (de un siglo al otro) se dio al docente un ropaje sacerdotal debiendo ser por un lado ejemplo de conducta (frente a sus alumnos y a la sociedad en su conjunto), se establece una relación asimétrica entre él y el docente (insalvable), esto es, además de ser responsable de la transmisión de nuevos saberes, comenzando por los elementales, tales como lectura, escritura y cálculo – avanzando luego sobre otros mas complejos, relacionados con nociones (elementos) de ciencias exactas y sociales.
Es la infancia donde se constituye el sujeto educativo.

Todo es clasificable como saber escolar, el cual es traducido (luego de las evaluaciones y acreditaciones de su aprehensión) como: capital cultural[2], que permite el acceso al mercado laboral (productor de bienes y servicios), lo nutre de la mano de obra (con diferentes niveles de calificación) para desempeñar los cargos / funciones que necesita para su desarrollo productivo y reproductivo.
Tenemos un esquema en el que la escuela trabaja para la concreción de otras estructuras (superiores).

[1] Esto convierte a la educación en problema de Estado. Debiendo garantizar la instrucción de manera gratuita y con los niveles que el mercado laboral productivo requiere.
[2] Ver noción de capital cultural en Bourdieu.

7 comentarios:

  1. La escuela como elemento indispensable en el esquema social y de poder.

    La escuela es una institución disciplinaria, y no es un lugar neutral (infantilmente considerada un templo del saber, armónico y neutral), sino que ocupa un lugar fundamental en el esquema de relaciones sociales, tiene en su piel la acción política directa, no significa partidaria sino como extensión de lo inculcado por los docentes, veamos de esta manera la premisa: el docente interpreta la realidad (estéticamente) para luego influir en ella (éticamente), esto es una acción y como es una acción social, es política además.
    Por eso no es lícito simplificar los contenidos curriculares, y es necesario agudizar los desafíos intelectuales. El maestro de primaria debe estar preparado intensivamente (con rigor intelectual quiero decir) para esta misión de transmitir conocimientos y a la vez fundar en el alumno una mirada crítica de la realidad.
    Es necesario realizar una distinción entre saber teórico y el saber epistémico. Esta distinción la recoge Hugo Zemelman en su artículo “Enseñar y Pensar” y dice:

    “…surge la necesidad de distinguir entre un pensamiento teórico y un pensamiento epistémico, cuya diferencia está en como se resuelve la relación del pensamiento con esa realidad que se quiere nombrar…”. Aquí el autor establece que la respuesta está en la praxis, está en el buen uso del poder que el aula le imprime al docente. Es praxis educativa. Continúa: “…en el pensamiento teórico la relación que se establece con la realidad externa (…) es siempre un pensamiento que tiene contenidos (…) es siempre un discurso predicativo (…) es un pensamiento que hace afirmaciones sobre lo real.
    “… en cambio el saber epistémico se refiere a un pensamiento que no tiene contenidos, (…) es la pregunta, no el predicado… es permitir al pensamiento colocarse antes de las circunstancias. Es no quedarse atrapados en conceptos definidos.

    Es precisamente de esto de lo que queremos significar en este trabajo, el docente de cualquier nivel educativo debe ser capaz de enseñar las categorías fundamentales para el aprendizaje, pero al mismo tiempo debe abrir el juego a que sea el alumno quien se interrogue a si mismo y a la realidad que lo rodea y contiene. Ese es el despertar del pensar filosófico. Esta perspectiva no siempre es abordada por (a lo menos) dos razones concretas. Por un lado los maestros de primaria tienen escasa formación, esto es la consideración de ser maestro (“dedicarse a la docencia”) porque es una carrera “corta” y con salida (y estabilidad) laboral. Y por otro lado, que la escuela al ser un dispositivo de poder en el que aún los maestros son controlados por diversas articulaciones, no se permite “abrir el juego” y enseñar a pensar. Es más redituable enseñar a repetir.

    La escuela secundaria hoy, merece un capítulo aparte el cual no es abordable en el marco del presente trabajo, pero si podemos decir brevemente que está inserta en una profunda crisis en la cual es incapaz de dar cuenta de la realidad juvenil que la rodea.

    Es anticuada y obsoleta en la medida que no responde a los intereses de los jóvenes, tampoco es el propedéutico para la Universidad y su función de control (disciplinaria) ha sido sustituida por un “esquema de galpón”, esto es según los especialistas, aquel lugar donde pueden encontrarse de manera desordenada y precariamente, todos los mismos elementos y herramientas que la escuela secundaria ostentó siempre, pero ya habiendo perdido aquella directrices que la constituían como productora de conocimientos, hoy la autoridad (de profesores y directivos) es inmanente, por lo que solo se aplican normas mínimas de convivencia (o quizá de supervivencia).

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  2. La escuela y la construcción social.

    Partamos de la base que la acción de la escuela no parte ni se ejerce en el vacío, el niño ya es un sujeto en formación (que está siendo), que ya trae una educación aprendida de su “experiencia biológica” – mas no es esa “tabula rasa” que tanto se ha mencionado.
    Hay una interacción entre el ambiente escolar y el extraescolar, acá lo que importa relacionar fundamentalmente es, el esquema y los parámetros de relaciones, la capacidad de percibir el entorno, la disposición hacia los valores normados, la orientación hacia las distintas prácticas sociales.
    En este esquema de profundas desigualdades (ya que cada constitución familiar, entorno y contexto) darán distintas perspectivas de orientación, la escuela adquiere aquí su rol preponderante: el de homogeneizar a las sociedades del futuro, encarnadas por los alumnos del presente.
    Entonces podemos definir que hay dos modos de aprendizaje (en este marco analizado) uno es el de aprendizaje familiar (o por familiarización) y el otro que es producto de una acción pedagógica racional y analítica.
    Así se va delineando el esquema en el que el niño (joven) se va haciendo ciudadano

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  3. ¿Qué es institucionalizar?

    La escuela es una institución en si misma (en particular), pero es quien garantiza la institucionalización en general.

    En los Estados – Nación la existencia individual está determinada por la existencia institucional. Cada institución (es disciplinaria por definición, porque las instituciones son en si mismas espacios de encierro – tácito o real) son partes que dan consistencia a esta institución madre que es el Estado.
    La escuela recoge la posta que le entrega la articulación y constitución familiar y proyecta a los niños (y jóvenes) hacia el esquema de instituciones que están fuera del ámbito escolar. Los sitúa y posiciona, por eso además decíamos que la escuela tiene una acción política directa. Se produce un encadenamiento institucional, que tienen por meta y misión forjar la noción de ciudadano (categoría ineludible y fundacional del Estado – Nación), es el sujeto constituido en torno a la Ley, es depositario de la soberanía nacional, que en sumatoria constituyen la noción misma de soberanía, establecen los sociólogos que la soberanía emana del pueblo en su conjunto.
    La escuela forja en el alumno la conciencia, conciencia de ser ciudadano. La principal herramienta es la historia (porque da fuerza al pasado común, aparece la noción de lazo social). Transmitir la historia, que en este modo de concebirla es una institución poderosa, da a un pueblo la vida del “ser nacional”, se está institucionalizando al alumno dentro de las categorías propias y necesarias para el Estado (planificación curricular).
    La escuela como productora de los ciudadanos del futuro tiene una intensa vinculación (porque da una direccionalidad específica) a los saberes transmitidos, en esta lógica mercantil de nuestro tiempo, el saber es además una mercancía y como tal es parte del engranaje de la producción en serie. La escuela es el motor de esta lógica, aunque también es válido mencionar que la posición actual es débil y con escaso impacto en el mercado laboral, requiriendo cada vez mas y mejor especialización posterior y anexa del alumno / ciudadano para conseguir puestos de trabajo.

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  4. ¿Qué es el Capital Cultural?

    Para adentrarnos en el concepto de capital, debemos previamente observar la noción de campo: que básicamente son sistemas de posiciones y de relaciones entre esas posiciones. Un campo es un lugar que agrupa elementos históricamente emparentados, son espacios estructurados. Cada campo así el económico, el académico, el religioso o el filosófico entre tantos otros, tienen su propia normativa y lógica de funcionamiento, es decir que se define por la naturaleza de lo que está en juego.
    Entonces podemos comenzar a delinear la idea de capital y específicamente la de capital cultural.
    El capital es aquello que distingue a un campo de otro. Es lo que se pone en juego, es el objeto central de luchas, es el acumulado de bienes que se producen, invierten, consumen y pierden dentro de la estructura de un campo determinado. Cada campo es un mercado de capitales (propios y específicos).
    El capital cultural está ligado a las ciencias, artes, conocimientos. Podemos decir que el producido en un alumno / educando por la escuela, es el producto de su paso por el sistema educativo y su carta de presentación en el campo laboral (científico, tecnológico, de gestión, industrial, etc.) – habrá un lazo indisociable entre capital cultural y capital económico, en la intensidad de sus intercambios estarán las señales de su legitimación y nueva reproducción. Esas señales tales como el honor o prestigio son las que Bourdieu señala como capital simbólico (o de reconocimiento).

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  5. ¿Qué es el progreso?

    En las palabras introductorias mencionamos que la escuela es la cara visible del progreso, pero ¿a que nos referimos con esta expresión? - ¿es lícito hablar de progreso?

    La idea de progreso científico está condicionada al avance (cantidad de respuestas a los problemas existentes o a la antelación a los problemas contingentes – anomalías – que pueden sucederse) y que se producen dentro de un paradigma, es decir: durante su vigencia, hegemonía en la cual esa forma de hacer ciencia es positiva, en el marco de una macro-teoría.

    En esta fase de desarrollo de la ciencia le da a la realidad una fisonomía determinada, determinada por ese paradigma vigente. Entonces podemos asociar esta noción a la de cosmovisión, ya que excede los estrictos umbrales de la ciencia (excede los límites del campo científico estrictamente), estableciéndose vínculos con el resto de los campos. Supongamos: el campo económico, el campo político, el campo educativo, el campo tecnológico. A su vez estos (todos) se vinculan entre si, tejiendo un red de interacciones, en constante retroalimentación y redefinición.

    Todo desarrollo de investigación y la posterior producción en serie necesitan financiación, tanto de capitales públicos como inversores privados. Además, en materia legislativa será necesario dar un marco regulatorio apropiado (sancionar las leyes y normativas), previo debate ético y moral. Lógicamente habrá vínculos con el fomento de determinadas especializaciones y áreas profesionales (ocupando el sistema educativo un rol siempre vigente), como así también el debate académico (teórico y de especialistas). Las vinculaciones con el campo de lo religioso están siempre vigentes, porque la gente cotidiana (es decir: aquellos que están por fuera del debate teórico académico), está más cerca del ámbito de lo religioso, que el promedio de los académicos o intelectuales, muchas veces el nexo entre todos estos espacios es fomentado por el campo de los medios de comunicación.
    El debate e intersección siempre está en resonancia y en permanente actualización.

    Pero, la imposibilidad de continuidad entre un paradigma y el próximo, hace dificultosa una medición cabal del progreso.
    Es decir que la imposibilidad de dar respuestas a problemas nuevos o irresueltos dentro de un paradigma llevan a su crisis y ésta a una nueva revolución científica que instaure nuevas directrices científicas. No hay continuidad, sino ruptura de allí la escasa posibilidad de medición o comparación, ya que el cambio es total en el horizonte cultural.

    Esto nos deriva a preguntarnos si existe una realidad objetiva que puede ser estudiada por la ciencia o son sus criterios de validación el principal escollo para tal (pretenciosa) afirmación.
    Es decir: antes de que exista un nuevo criterio de validación, hubo una lucha de intereses, dentro de una estructura normativa de esta ciencia en cuestión, que definidos ya los erige como válidos y los acepta como hegemónicos.
    La pregunta nos orienta entonces hacia la naturaleza de la práctica científica, ¿cómo se hace ciencia? ¿Es solo (a la larga) una lucha de poderes al margen de los conocimientos que se cuestiona? - ¿existe el progreso tal como lo entendemos?

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  6. Consideraciones finales.

    El hombre se cuestiona por la realidad y es necesario superar lo obvio, lo débilmente establecido por garúes de libertades inexistentes.
    El hombre es libre en el marco de lo normado. La noción de libertad está restringida (podemos decir) a como se ordenan nuestros deseos en el marco social de lo habilitado, posible o permitido (ya definido anteriormente / institucionalizado).
    Esa sensación de libertades infinitas debe ser superada por una formación cultural sustentada a la luz de una reflexión crítica del entorno, lo que nos permite aprender a ordenar mejor nuestras posibilidades de libertad.

    El hombre en su dimensión concreta y parte agente de la realidad que lo contiene, es producto en permanente actualización y redefinición. Se va constituyendo, en la marcha de usos y costumbres, que toma, interpreta y reproduce… cuando decimos interpreta estamos diciendo además elabora nociones propias. Entonces produce en parte y reproduce en otra, desde esta mirada podemos entender la lógica de dinámica social.

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  7. Pues sí, muy bien explicado

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