12.11.14

Una mañana cualquiera al regreso de las compras diarias, ella leyó un graffiti que con ímpetu decía: “si no hay amor, que no haya nada”. Se sentó y esperó con paciencia, luego mató a su esposo, al perro y al canario. Repitió en voz baja una y otra vez la inscripción mientras pelaba unos membrillos, de fondo un bolero meloso ilustraba la tragedia. 

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