27.10.14

Paraná es una ciudad ensombrecida que camina por detrás de las vanguardias, pidiendo disculpas y permiso. Desde hace unos días somos protagonistas pasivos de una de esas noticias macabras que solo se ven en canales de Buenos Aires y aún así, no somos protagonistas de nada, porque la sociedad a la que pertenezco es pacata y viste de gris aún en primavera. Cultiva la ciencia y las artes, pero las encomienda a potestades mágicas, anhela la democracia pero la deposita en manos de caudillos.
Paraná, queda lejos de la modernidad y sobre las ruinas de lo que no se denuncia tiende a diluirse cualquier posibilidad de anuncio.
Priscila es además victima de los prejuicios que circulan en estas calles de empedrado. ¿Será ella una mártir que nos obligue a dar un salto? ¿Hasta cuando no hablaremos de ciertas cosas? Y ¿cuándo comenzaremos a promover activamente noviazgos adolescentes libres de violencia?, para eso es necesario romper con añejas tradiciones que no alumbran nada y que con miradas severas ensombrecen todo. Porque nuestros cuerpos han nacido y crecido en un conflicto social entorno a ellos, son cuerpos viciados de censura y pixelados – son cuerpos domesticados -, pero no se trata de esquivar el conflicto o suponer que lo que les sucede es “cosa de otros”, de lo que se trata es de atravesar el conflicto. Algunos me preguntan por que busco defender nuevas masculinidades, es que debemos forjar nuevos roles tramando nuevas prácticas y ejercitando nuevos discursos.

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