31.3.14

< Sobre este artículo > Mi posición irrenunciable es que los libros falsificados deben donarse y reciclarse. Aquellos que se decidan donar deben tener la debida aclaración y con esa premisa podrán utilizarse, provisoriamente.

Mientras que aquellos títulos que por su materia (complejidad o rigurosidad técnica) no puedan ser donados para su uso cotidiano, deberán reciclar su papel para nuevos emprendimientos. Quemarlos no creo que en ningún caso, sea una opción plausible.   

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