La cuestión social deja de ser una dimensión del modelo, para cobrar
existencia material en la trama de relaciones, tensiones y
conciliaciones del espacio real. El centro de gravedad debe ser el estado de
carencia constitutiva del hombre, en permanente expansión por efecto no solo de
la tecnificación emergente desde la Revolución Industrial ,
sino fundamentalmente de la apatía del hombre hacia el hombre, situación de la
que resulta una ruptura del tejido y donde hombres y mujeres son arrojados a
condiciones mínimas de existencia y sustento (o incluso la muerte).
Se trata entonces, de mirar hacia
adentro y preguntarse por uno mismo en relación. Poner en evidencia esta
dimensión crítica, es resistir a los intentos de naturalización una economía
que: habiendo rotado la importancia capital del hombre, busca perpetuar
(violentamente) al capital financiero, como fin último de las relaciones de
cambio.
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