El “acto primero” de Nosferatu (1922) comienza
previniendo al lector de siquiera pronunciar el nombre sombrío del vampiro, las
primeras imágenes mudas y en sepia nos recuerdan otros lejanos tiempos, como el
día de ayer.
(…)
Entre los montes del Parque San Martín encontré
todo tan familiar que me aferré a la idea de jamás haberme ido de sus senderos,
de su sol infinito. Tantas veces crecimos allí que esa nostalgia feliz no me catapulta
a un pasado idílico de cuentos, es decir nada mas alejado del gastado “había
una vez”, sino que por el contrario, pude vernos en una sucesión infinita de momentos
concretos en que aprendimos que allá afuera, aún quedan muchos kilómetros por
recorrer.
(Una sinfonía de horror).
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