Ellos creían en la peor versión del hedonismo
posmoderno, la habían aprendido del artículo rimbombante de una revista gourmet
nada excelso. Nada serio, nada placentero a decir verdad.
Esa noche habían comido hasta por las orejas un
menú grasoso y avergonzante. A la madrugada, con los últimos destellos de vida él
se vio recorriendo los “jardines colgantes” rodeado de nubiles, embebido en
vino maderoso, con aroma a nuez. Ah !, si acaso esa versión mas refinada
pudiera haber sido, pero no… a fin de cuentas, le negaron la entrada a “la isla
de los bienaventurados” y lo rechazaron como a un marginal. Eso no le molestó
demasiado, a fin de cuentas a mas de un Emperador de la antigua Roma ya le había
sucedido.
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