21.8.14

Habían pasado ya varios días desde que zarparon a nuevas profundidades, el capitán se sentía satisfecho porque en el puerto anterior pudieron beber sin moderación, encontraron putas y comidas exóticas, todo lo que un marino de ley necesita.

Sin embargo había algo sin resolver, un destino que se acercaba a la concreción y olía a muerte. El capitán no era un tipo creyente pero como todo aventurero sabía (en el fondo) que el devenir le tendería trampas, ciertas coincidencias que lo hacían dudar sobre el azar infinito… y mientras masticaba esas palabras entre sueños y remordimientos, tarareo una canción e imitó sobre su pecho el taconeo de las bailarinas. 

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