El rol del profesor de filosofía nos remite una vez más a la
posición socrática de la Mayéutica, una búsqueda de la palabra.
No hablamos de la mera enunciación, sino de una
expresión singular. El profesor de filosofía solo puede ayudar a tal creación
de manera indirecta, podríamos decir que cuando la palabra se queda apresada en
el plano de lo dado y pierde relación con el plano de lo nuevo se transforma en
un cliché, pierde toda su potencia creadora.
El cliché siempre manifiesta una ausencia de
sentido, pueden ser refinados y ocultarse en discursos elegantes y moralmente
elevados pero son siempre pensamiento muerto.
La palabra propia expresa la fuerza que la
atraviesa e imprime en ella una marca de autenticidad (una palabra desnuda,
verdadera) y por tanto no puede ser transmitida.
Ayudar a nacer la palabra propia, no es
entonces lo mismo que transmitir conocimientos, no es una cuestión de saberes
sino de sentido.