“La cantidad de bueyes es
directamente proporcional a la capacidad de arado”, haciendo una analogía entre
los animales de la hacienda y los campesinos mansos, siervos de la gleba.
Claro que es una expresión válida
en un libro que explica a los economistas cosas que ni sospechan (de la
historia, de la política y de otras yerbas. Eso que le llaman filosofía), sin
embargo es poco feliz, de hecho nefasta ya que pone al hombre como una bestia
de carga. Cuando la Edad Media comenzaba a declinar para derrumbarse, los
campesinos signaron el siglo XIV con permanentes revueltas, sencillamente
porque la palabra no está encadenada. Y siempre, la chispa libertaria brota
desde el corazón de los azotados.
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