Hace dos días vimos una película titulada Vaquero.
Cine de autor, nacional, planos cortos, luces y
sombras. Presentado con una estética vanguardista, diálogos simples, puteadas,
humo y whisky. Todo articulado con el pensamiento retorcido de lo más profundo
de una subjetividad desanimada. El protagonista y el director (la misma
persona) más los secundarios: todos vinculados en una trama que busca ser mas
de lo que tiene para dar. Pienso en esas expresiones trilladas: cine de autor,
posición de pose. Pose tras pose se pierde la originalidad, la espesura, la
identidad y cae en la trampa inexpugnable de la búsqueda estéril de lo singular.
De repente terminó. ¿Qué? ¿Ya? – Si, apaga la
tele querés… mañana se trabaja en esta casa.
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