Como quien
relata “Gato negro” de Allan Poe, describe con miedo, una sucesión de causas y
efectos.
Él teme que
todo, no sea mas que un producto de su excitable imaginación.
La mayor de
las veces no es temor al paso del tiempo (y esa incierta extranjeridad a la que
nos arrojamos), sino el miedo es a uno mismo.
Además, el
autor (en palabras del relator) alega que la perversidad es una de nuestras
esencias, aquello que nos constituye.
¿Será que
TODO lo que somos es para acallar nuestras fuerzas constitutivas: las tempestades
de nuestra animalidad? – pienso en Nietzsche.
< a su gato, camarada, como solía llamarlo> "Una mañana, a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol, lo ahorqué mientras las lágrimas me brotaban de los ojos y el más amargo remordimiento me retorcía el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivos para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que pondría en peligro mi alma hasta llevarla- si esto fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del dios más misericordioso y más terrible".
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