Suenan ruidos de
cadenas. Él tipo, que más de una vez se había esmerado en leer “La vida es sueño”
solo lograba terminar un breve puñado de versos: que el filósofo era un
borracho barbón y que Rosaura con su funesta boca narraba dolor desde lo
profundo de la noche. Pero ahora eran otros tiempos, de más alegrías que dudas,
incluso de más alegrías que certezas. Entonces, ¿para qué linchar la razón con
caballos desbocados?, ¿para qué invocar a la diosa furiosa hasta las vísperas
del próximo otoño?
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