La ciudad es un contenedor de basura desparramado, en cada
cuadra podemos ver el espectáculo de la mugre, en la esquina de mi casa un
pedazo de lavarropas que excede los límites de la actual protesta. La mugre nos
empieza a quedar natural.
Hoy al mediodía una señora con un bebé en brazos y tres
chicos de guardapolvos estaban buscando comida (quizá ropa y hasta juguetes),
la imagen no solo es elocuente o triste sino violenta, obscena.
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